viernes, 31 de octubre de 2014

Fragmento del Capítulo 22 (Lady Ayleen) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth



(...)
—No necesariamente —la voz de Galadoriel estaba cargada de esperanza, lo cual transmitió a Valiant también—. Conozco muy bien esta parte del bosque, y no muy lejos de aquí hay un lago y un río. Cerca de la orilla hay un olmo  muy grande en cuya base se esconde una cueva. Muy pocos lo saben; pero tal vez Lady Ayleen sí. Creo que los soldados de DeMordwell les dieron alcance, así que decidió ir hacia el lago, con la esperanza de poder esconderse bajo el árbol. Otra razón no se me ocurre para justificar por qué ha elegido esta ruta. Al oeste solo está el lago, el río, y leguas y leguas de bosque. Es mucho más fácil seguir hacia el noroeste y después atajar por el Fangal de las Ancianas. Es una ruta vigilada por los centinelas de Haddaras, y los hombres de DeMordwell no se atreverían a adentrarse tanto en el bosque.

—Genial —dijo Valiant sonriente—. Vayamos hasta ese lugar.

Los demás se mostraron de acuerdo con él, así que volvieron a sus monturas y se pusieron en marcha. Durante otro par de horas, siguieron el rastro de las pisadas, que les llevó hasta el lugar que les había descrito Galadoriel. Los pinos soldados empezaron a escasear en esa zona, y los olmos pasaron a dominar el paisaje, sobre todo en la orilla del lago y a lo largo de un pequeño río que descendía desde las montañas.

«Ahora solo queda que Galadoriel encuentre ese árbol», se dijo a sí mismo Valiant, mientras la elfa comprobaba que estaban en el lugar correcto. Siempre iba al frente de la partida, con los ojos bien abiertos, estudiando el entorno. Las pisadas del escuadrón de soldados enviados por Lugkok DeMordwell también estaban presentes por la zona, así que cabalgaron con mucho cuidado; querían encontrar a Lady Ayleen cuanto antes, pero también querían evitar una pelea, si era posible.

La suerte estuvo de su lado y no se toparon con sorpresas indeseadas en ningún momento. El viejo olmo tampoco se les escondió durante demasiado tiempo. Lo hallaron rodeado de más árboles, aunque ninguno tan grande, tan ancho y tan viejo como él.

Valiant observó que las raíces tenían un tamaño espectacular y estaban profundamente enterradas en la tierra. A su alrededor, la maleza había crecido formando pequeños matojos y setos verdes que ocultaban la existencia de cualquier entrada que podría haber en la base.

—Este lugar es antiguo, profundo y secreto —les dijo Galadoriel. La elfa descabalgó y se acercó a la base del árbol para buscar la entrada. Los demás la imitaron—. Los elfos de antaño construyeron una veintena de lugares semejantes bajo árboles de tamaño descomunal. Servían de refugio para los exploradores que tenían que pasar muchos días en el bosque. Este es el único que hay en el reino de los hombres. Los demás están en lo más profundo del bosque de Elodriel, y en las cercanías de Haddaras. A muchas leguas de distancia de aquí.

—Barn, encárgate de esconder los caballos —le pidió ser Galian al norteño—. Los soldados de Lugkok DeMordwell podrían estar por la zona, y no queremos llamar la atención hacia este lugar, sobre todo si Lady Ayleen está realmente aquí.

—Mis hombres y yo nos quedaremos vigilando —accedió Barn, cogiendo las riendas de las monturas—. Si hay problemas os avisaremos de inmediato.

El norteño y los otros tres Hermanos del Hacha cogieron todos los caballos y se perdieron entre la maleza y los árboles. Los demás siguieron buscando la entrada a la cueva junto con Galadoriel.

—¡Aquí! —Les llamó la elfa de repente—. ¡Venid! Ya encontré la entrada.
Al apartar la maleza crecida alrededor de la base del árbol, quedaba a la vista una abertura lo bastante ancha y grande para que pasase por ella un hombre fornido. El interior estaba oscuro y las paredes de la entrada húmedas, y como no podían escuchar ningún sonido que indicara la presencia de seres vivos, fueron bajando de uno en uno para registrar la cueva.

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miércoles, 29 de octubre de 2014

Fragmento del Capítulo 21 (Una vida termina y otra empieza) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth


El sumo sacerdote Jules Klatu caminó en silencio entre las hileras de hombres y mujeres que atestaban la Catedral de la Luz Sagrada, y no se detuvo hasta estar frente al altar donde descansaba el cuerpo sin vida del viejo Rey Arnthor Nomenglaus, el cuarto de su nombre.

«Menuda pérdida de tiempo», se dijo a sí mismo Vladimir DeMordwell, siguiendo con la mirada al sumo sacerdote. Bajo el brazo sujetaba el Compendio Sagrado de la Luz, el libro más importante de la fe de Luten, en cuyo interior se hallaban las oraciones que por tradición los sacerdotes leían para despedir a los muertos. En este caso el hombre al que estaban a punto de despedir era un rey; así que el sumo sacerdote de Andorath, el religioso de mayor rango que existía en cada capital de provincia del reino, era el encargado de llevar a cabo el funeral, bajo las miradas de las más de mil personas que habían acudido a la catedral.

En su gran mayoría eran nobles del Consejo de Justicia o personas de alto estatus social, que recibieron permiso para entrar en la catedral y presentar el último adiós al que, durante cincuenta años, había sido el soberano de Aldaeron. Fuera, por toda la ciudad y sobre todo en los alrededores de la catedral, había cientos de miles de hombres, mujeres y niños que se habían echado a las calles invadidos por la tristeza de la muerte de un gran rey.

«La fe de Luten habla de humildad, respeto y pobreza, pero el sumo sacerdote está vestido en oro, seda y rubíes», pensó Vladimir DeMordwell disgustado, viendo la túnica de seda color blanco, ribeteada con hilillos dorados que formaban llamaradas centelleantes, que llevaba Jules Klatu. Era tan larga que la parte de abajo estaba ennegrecida de tanto arrastrarla por el suelo, pero no importaba; las joyas estaban alrededor del cuello y en la cabeza, donde llevaba una mitra dorada con adornos de plata y oro en forma de soles, así como rubíes color fuego incrustados en la superficie. En la mano derecha tenía agarrada con firmeza una vara de oro, tan alta como un hombre y tan hermosa como los rayos del amanecer tras un día tormentoso. Además, Vladimir observó tres grandes anillos de oro con rubíes de color esmeralda, cobalto y escarlata en los dedos de la mano que sujetaba la vara.

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viernes, 24 de octubre de 2014

Fragmento del Capítulo 18 (La Traición) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth

Art by Sarel Theron
(...) 


No había caminos que recorrieran los angostos y gélidos valles montañeses por los que cabalgaban.

«Aunque los hubiera daría lo mismo —pensó Valiant—. Es más fácil encontrar una aguja en un pajar que dar con un campamento en medio de estos bosques.»

El Bosque de los Osos se extendía sobre la ladera de la montaña, que a veces veían a lo lejos cuando encontraban un pequeño claro donde los árboles enrarecían. El resto del tiempo estaban rodeados por los gigantescos pinos soldado y abetos de copa amplia color verde grisáceo, que se alzaban sobre ellos imponentes, y cuanto más se acercaban a las Montañas Heladas, por abetos de color verde plateado cubiertos de nieve. A ras de suelo había cada vez menos vegetación, y podían ver un manto de agujas color verde oscuro cubriendo buena parte del terreno.

Habían pasado lagos de aguas azules y tranquilas, riachuelos largos que descendían de la montaña, algunos estrechos y de poca profundidad, otros más anchos y profundos... pero no conseguían encontrar ni rastro de algún campamento de gran magnitud. Tampoco podían imaginar dónde podrían haber levantado un vivaque de semejante tamaño, capaz de acoger un ejército de diez mil soldados, en medio de aquella inmensidad boscosa que no parecía tener fin.

El color rojizo y dorado de las hojas otoñales escaseaba cuanto más avanzaban hacia el norte. El verano había terminado hacía un mes, y aunque unas cuantas millas más al sur todavía estaba presente el otoño, allí el invierno se había apoderado de la región casi dos meses antes de tiempo. La temperatura apenas se elevaba unos cuantos grados por encima de cero durante el día, pero aquella tarde hacía tanto frío en el Bosque de los Osos que posiblemente estaba por debajo de cero. Al menos eso pensaron cuando alcanzaron otro riachuelo de aguas cristalinas, y vieron que había una capa fina de hielo en la superficie. Valiant observó, además, que en esa parte del bosque el silencio era mucho más profundo, y hasta cierto punto tranquilizador, pues eso significaba que no había animales salvajes por las cercanías. Hasta el momento lo que más habían temido eran los encuentros con los fieros osos pardos, o con los lobos que a veces descendían de las montañas. Por suerte, no se toparon con ninguno de los dos. Los únicos lobos que había allí en esos momentos eran Maiwen y Tornado.

«Quizás su presencia mantiene a los demás animales salvajes alejados de nosotros», se dijo Valiant cuando, al igual que los demás, trató de encontrar una explicación lógica de por qué el bosque estaba tan solitario.

—Genial... —escuchó de repente la voz de Trianna, cargada con su habitual mal humor—. Este es el noveno arroyo con el que nos topamos. ¿Cuándo vamos a admitir que nos hemos perdido?

—Ya te lo hemos dicho, Trianna. No nos hemos perdido —Galadoriel se lo había explicado en más de una ocasión aquella tarde, y lo mismo había hecho Nimue, pero la hija del general Lumiere no quería aceptarlo—. Conozco los bosques mejor que nadie —añadió la elfa—, y te aseguro que no estamos extraviados.

—En ese caso sigo sin entender por qué llevamos horas caminando sin rumbo fijo, cuando ya deberíamos haber encontrado ese campamento. Discúlpame si a estas alturas ya no confío tanto en tus habilidades como exploradora.

Elhendor echó los ojos por encima de la cabeza antes de intervenir en la conversación.

—No la pagues con Galadoriel —dijo—. Todos estamos cansados de dar vueltas por este bosque viejo, sombrío y gélido, pero ella no tiene la culpa.

—Exacto —asintió Will con brusquedad—. La culpa es de ese maldito hombre despiadado y cruel que se hace llamar a sí mismo señor y guardián de la provincia de Dunhold, (...)

Art by Cyril Tahmassebi

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jueves, 23 de octubre de 2014

Fragmento del Capítulo 16 (En misión diplomática) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth


(...) Los soldados que montaban guardia en la entrada les miraron con cara de pocos amigos, y por unos segundos Valiant creyó que les impedirían el paso; pero todo quedó en eso. Cruzaron al otro lado del rastrillo sin problemas. Galadoriel había llamado a Fenja, que hasta aquel entonces había estado surcando los cielos, para que se acomodase sobre su hombro. Al pájaro no le hizo mucha gracia, pero la elfa temía por la vida de su dracofénix, que podría ser atacado por los cientos de cuervos que sobrevolaban el castillo en aquel momento.

—Ahora entiendo por qué el emblema de los DeMordwell es un cuervo —murmuró Galadoriel, mientras barría los cielos con la mirada. El batir de las alas y el graznar de los cuervos resultaba insoportable—. Es la primera vez que veo tantos cuervos sobrevolando un castillo.

—Están nerviosos —observó Laurelinad—. Debe haber alguna razón para que estén tan agitados.

Hallaron la respuesta minutos más tarde, mientras pasaban al trote junto a la enorme plaza pública del castillo, que en aquellos momentos estaba repleta de gente y de gritos. Estaban presentes allí por lo menos la mitad de los habitantes de Dunhold: hombres, mujeres y niños, todos apretados alrededor de un enorme estrado de madera construido en medio de la plaza, mirando una de las escenas más horrorosas que uno podía imaginar. Algunos podrían haber dicho que aquello era una ejecución pública; pero tenía toda la pinta de una masacre general.

Valiant contó a ojo a doce ahorcados, ocho hombres atados a cepos de madera para ser humillados por los campesinos, y una fila de por lo menos quince o veinte hombres y mujeres encadenados, que iban de uno en uno hacía un tocón de roble viejo donde les esperaba un verdugo corpulento con la cara tapada. El filo oscuro de su hacha de gran tamaño estaba ensangrentado, y de vez en cuando arrancaba pequeños destellos de luz, sobre todo cuando la alzaba para decapitar a los condenados.

Los cuervos que sobrevolaban agitados el castillo se habían dado un buen festín hasta el momento con los doce desgraciados que murieron en la horca, y estaban esperando impacientes que el verdugo terminase su trabajo para poder continuar el banquete. Se habían comido los ojos, la lengua y la nariz de casi todos los ahorcados. En los que tenían el busto desnudo, se podía apreciar aquellas partes donde les habían comido la carne hasta el punto de que se podía ver el hueso.

   Algunos de los que estaban atrapados en los cepos habían tenido la mala suerte de que algún cuervo hambriento se les hubiera acercado para picotearles la cara. Al tener inmovilizadas las manos, lo único que podían hacer era gritar y suplicar a los soldados que montaban guardia alrededor del estrado para que se los quitasen de encima; pero los guardias no solo no les ayudaban, sino que encima empezaban a reír y a apostar entre ellos para ver quién perdía el ojo primero por el picotazo de algún cuervo.

(...)

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domingo, 12 de octubre de 2014

Fragmento del Capítulo 15 (El Pacto) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth



De la parte más alejada de la calle se empezó a escuchar el ruido de unos pasos, que fueron creciendo en intensidad poco a poco, hasta que un par de hombres vestidos con chaquetillas sencillas de cuero marrón, calzones de lana y botas de tacón con polainas aparecieron delante de la taberna. El que encabezaba la marcha era mucho más alto y corpulento que su acompañante, tenía una expresión adusta reflejada en el rostro y sujetaba un pequeño bastón en la mano derecha. Abundante pelo negro y mojado sobresalía por debajo de su sombrero de copa, y en el cuello lucía un colgante de plata con una mano esquelética rodeada por una serpiente.

El segundo hombre tenía una mirada expectante y parecía bastante preocupado por algo. Se comportaba de un modo que indicaba que nunca antes había estado en un barrio marginal como aquel. Las ropas que lucía tampoco concordaban con su aspecto. Era bajito y rechoncho, aunque tenía una pose de noble que se le notaba sobre todo al caminar, y bajo su bigote poco poblado torcía la boca con desagrado ante el aspecto del lugar. La lluvia le había empapado la ropa, de modo que parecía estar a punto de reventar por culpa de la presión que ejercitaba en su barriga la camisa de lino que llevaba por debajo de la chaquetilla.

Wegenald no se movió ante la aparición de esos dos hombres, aunque ahora tenía la mirada enfocada en ellos.

—Curioso lugar para una reunión —escuchó decir al hombre más bajito, cuando él y su acompañante llegaron frente a la taberna.

—El lugar ideal —afirmó el otro. Tenía una voz mucho más ruda—. ¿Nunca antes habías estado en el barrio de los Ladrones?

—No—respondió el primer hombre—. Mis anteriores visitas a Andorath fueron hace mucho tiempo, y me han llevado a otras partes de la ciudad muy distintas a esta. De todos modos... —añadió, echando un vistazo alrededor de la calle—. Parece que tu maestro se está retrasando. ¿Dónde está?

—Más cerca de lo que crees —susurró Wegenald.

Los dos hombres giraron bruscamente para buscar el origen de la voz. El tono que había empleado al hablar les debió erizar los pelos en la nuca a ambos. Algo que Wegenald notó en sus rostros azotados por el miedo y la impresión; algo que le causaba un enorme placer.

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sábado, 11 de octubre de 2014

La Vuelta al Mundo en 80 Libros

Muy buenos días a todos/as.

El próximo sábado, 18 de octubre, tendrá lugar en Huércal de Almería, en el Centro Cultural Cortijo Moreno, un evento de lo más ameno dedicado a la cultura y la artesanía. Al igual que en el Gastro-Art, el rincón del escritor almeriense, del que formo parte junto a otros trece excelentísimos autores, estará presente en un stand en el que tendréis a vuestra entera disposición todos y cada uno de nuestros libros. Por tanto, además de charlar con nosotros y conocernos un poco mejor, podrán adquirir nuestros libros dedicados.

Así que ya sabes, si quieres pasar un rato agradable, disfrutando de todas las actividades que ha preparado el Centro Cultural, y además conocer a un gran número de escritores almerienses y sus obras, pásate por el Centro Cultural Cortijo Moreno de Huércal de Almería, entre las 18:00 y las 21:30 horas.

¡¡Nos veremos allí!!


domingo, 5 de octubre de 2014

Fragmento del Capítulo 13 (Fuego e Ira) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth

Art by: Cyril Tahmassebi


(...) Cabalgaron sin descanso durante más de veinte leguas antes de alcanzar la hondonada que formaba las tierras de los Tomty. La granja estaba construida en un lugar apartado del valle, junto a un pequeño bosque y bastante alejada del río. Estaba rodeada por un huerto de manzanos en el sureste y campos extensos de trigo y maíz en el oeste, que en aquel momento estaban totalmente quemados. Los atacantes habían incendiado la finca y los dos graneros; y una vez se vieron consumidos por las llamas, el fuego se debió de extender por los campos, dejando a su paso un mar de hollín y tierra calcinada.

   «Aquí ya no queda nada», se dijo a sí mismo Valiant. «El fuego lo ha consumido todo.»

   Fenja, enviada por Galadoriel, sobrevoló varias veces los alrededores en busca de algún superviviente, pero lo único que quedaba allí eran los restos carbonizados de una veintena de hombres, de los que era imposible determinar quiénes eran los familiares del alcalde Tomty, y por lo menos un par de centenas de orcos, soldados y caballos muertos en las cercanías de la finca, donde se llevó a cabo la batalla entre los jinetes de Ser Decker y los orcos que atacaron la granja.

   —Esto es peor de lo que había imaginado —dijo Nimue horrorizada, mientras recorrían a pie los terrenos de la granja.

   —¿Qué clase de animales harían algo así? —inquirió Galadoriel asqueada.

   «Los orcos», quiso decir Valiant, pero fue Will quien le respondió.

   —Me temo que estos son los horrores de la guerra —dijo con voz seria, pateando un yelmo ensangrentado y cubierto de hollín. El caballero estaba inspeccionando el terreno, buscando indicios que le permitieran reconstruir lo que había pasado allí.

   Valiant hizo lo mismo.

   Al parecer los soldados de Ser Decker sorprendieron a los orcos en pleno saqueo, y los atacaron desde el norte, atrapando al enemigo entre un muro de lanzas y escudos por un lado, y las llamas que estaban consumiendo la granja y los campos de trigo por el otro. Una buena estrategia, en su opinión; sin embargo, algo debió de ir mal si el curso de la batalla cambió tan drásticamente como para que al final hubieran sido los orcos los vencedores. Por los indicios que había en el campo de batalla, la única explicación coherente para ese cambio tan radical residía en que, tal vez, los jinetes de Ser Decker concentraran sus fuerzas demasiado tiempo en el ataque frontal, descuidando los flancos, permitiendo a los orcos resistir la embestida, reorganizarse y contraatacar. Contando a ojo, el número de cadáveres humanos era aproximadamente igual al de cadáveres orcos, lo que indicaba que estos superaban en número a la tropa de Ser Decker. «Eso, quizás, haya marcado la diferencia final». (...)


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sábado, 4 de octubre de 2014

Fragmento del Capítulo 12 (Puerto Valor) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth



(...) El capitán de la guardia hizo girar su montura y emprendió la marcha calle arriba, con el general Lumiere y los demás pisándole los talones. Al mirar a ambos lados de la calle, Valiant observó que había tiendas de campaña, así como grandes pabellones de lona erguidos sobre una porción de tierra bastante amplia.

   Justo cuando se preguntaba qué hacía un campamento levantado en el interior de la ciudad, Ser William habló de aquello como si le hubiera leído la mente.

   —Hemos tenido que improvisar un campamento militar —le explicó Will al general Lumiere mientras agilizaban la marcha—. El Príncipe Varian ha enviado dos mil hombres aquí hace dos semanas, para defender estas tierras mientras llegabais con los nuevos reclutas.

   —Hablando de mis reclutas —la voz de Lumiere parecía cansada, pero firme a pesar de todo—, necesitarán un lugar donde hospedarse.

   —No os preocupéis, general —fue el capitán Trayan quien habló—. Tras conduciros hasta el Ayuntamiento me encargaré personalmente de acomodarlos en el campamento. Vos y vuestros oficiales recibiréis aposentos en la mansión privada del alcalde, quien espera con gran interés vuestra llegada para daros personalmente la bienvenida.

   —El alcalde Tomty es muy amable—dijo el general Lumiere con cortesía.

   «No esperaba menos», se dijo a sí mismo Valiant; seguía cabalgando en silencio y escuchando la conversación.

   —Tray —le dijo Will de repente al capitán—. ¿Alguna noticia de los demás jinetes que envié a recorrer la marca?

  —Los que enviasteis al sur para defender el Molino Coronado han enviado constantemente mensajes con informes detallados —respondió el capitán—. Al parecer han sufrido un par de emboscadas furtivas, pero el sargento Bolton asegura en sus cartas que no han sufrido bajas importantes. En cuando a los hombres que enviasteis bajo el mando de Ser Roger... En la última carta que envió dijo que pelearon en el Foso de las Penas contra un batallón de aproximadamente cien orcos. Eso fue hace cinco días, casi una semana después de vuestra partida hacia el este.

   —¿Y los jinetes de Ser Decker?

  —No han dado señales de vida, mi señor. —Había preocupación en la voz del capitán mientras contaba aquello—. Y eso que fueron los primeros en partir, río arriba, hacia el oeste; como ordenasteis. Pensaba enviar una patrulla en aquella dirección si en los próximos días seguíamos sin recibir noticias suyas.

   —Enviaré yo mismo una partida de búsqueda mañana —las noticias habían irritado a Will—. Dada la situación actual no nos podemos permitir perder ni un solo hombre en expediciones rutinarias. El grupo de soldados que se llevó Ser Decker consigo estaba formado por más de doscientos lanceros.

  —Algunos hombres han insinuado que Ser Decker y sus hombres podrían haber desertado —el capitán dijo aquello en voz tan baja, que Valiant tuvo que agudizar el oído y esforzarse para entenderlo.

   —¡Imposible! —replicó Lumiere con su habitual voz grave—. Conozco a Ser Decker desde que era el escudero del general Mardon, en Bastión de la Roca. Ese chico se ganó sus espuelas a base de coraje, valor y dedicación a la corona. Es un Hermano del Hacha juramentado y jamás desertaría. Si no ha dado señales de vida desde que partió, entonces significa que algo malo le ha pasado. A él, y a sus hombres.

   —Aun así... —añadió Trayan algo apenado—, es algo que deberíamos tener en cuenta. Solo por si acaso...

   —El general tiene razón—le cortó Will, dando el tema por zanjado—. Lo que debemos hacer es averiguar cuanto antes qué ha pasado con ellos. Si vuelven a aparecer rumores semejantes, Tray, quiero que te asegures personalmente de que los culpables reciban un castigo ejemplar. La clave para ganar esta guerra es que exista una rigurosa disciplina entre nuestras filas, y esa clase de rumores solo da lugar a malestar y desconfianza en la tropa. Y eso es algo que no nos podemos permitir.

   El capitán Trayan asintió obediente y no volvió a abrir la boca a partir de ese momento. (...)




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viernes, 3 de octubre de 2014

Fragmento del Capítulo 11 (Ser William) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth



(...) El orco armado con un hacha se lanzó contra él, rugiendo, con la guardia baja. La espada de Valiant le acertó de lleno en el pecho, se oyó un crujido repugnante, y la sangre manó a borbotones de la herida. Los otros dos mostraron intenciones de atacar al mismo tiempo. Uno llevaba agarrada con firmeza en la mano una maza llena de pinchos, el otro tenía el palo roto de una lanza y una daga de hoja corta. Valiant tomó posición para enfrentarlos, cuando, entre la multitud de soldados, aparecieron de repente dos lobos: uno de pelaje pardo y otro de un color más grisáceo.

   Cada uno se abalanzó sobre un orco. El lobo pardo eligió al de la maza con pinchos, quien cayó al suelo bajo el peso de aquella bestia de ojos brillantes, haciendo gestos desesperados para golpear con su maza. El lobo esquivó los golpes, después retrocedió enseñando los dientes, y finalmente se abalanzó encima de su víctima, cerrando las mandíbulas en torno al brazo de la mano con la que sujetaba la maza. El orco rugió de dolor y buscó la empuñadura de una daga que guardaba en el cinto. En cuanto la encontró, desenvainó el cuchillo e intentó golpear con todas sus fuerzas; sin embargo, el lobo pardo pareció presentir el ataque, soltó el brazo de la presa por un instante, y retrocedió con las fauces llenas de sangre y carne. El orco dio señales de desvanecimiento, así que el lobo pardo aprovechó para atacar de nuevo, esta vez desgarrándole la garganta a dentelladas.

   A pocos metros de allí, el otro lobo de color grisáceo estaba enzarzado en una pelea con el orco de la lanza rota y la daga de hoja corta. Se había lanzado como una flecha contra él, derribándole y haciéndole rodar varios metros por el suelo. Cuando el orco se levantó tenía al lobo delante, con el hocico húmedo y rojo, y los ojos brillantes como si estuvieran ardiendo en llamas. Valiant comprendió que aquel guerrero estaba muerto de miedo, aunque intentaba mantener a la bestia, que rugía y enseñaba los dientes, a la mayor distancia posible mediante el palo de asta roto por la mitad. No le sirvió de nada. El lobo gris se lanzó encima de él, le hizo perder el equilibrio y, cuando estuvo tumbado en el suelo, le desgarró el vientre a dentelladas, mientras el orco lanzaba cuchilladas a ciegas y golpes desesperados con el palo. (...)

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Fragmento del Capítulo 7 (El reencuentro) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth



   Atravesaron el rastrillo del portón con el sol en lo alto y las miradas curiosas de la multitud puestas en ellos. Tanto los aldeanos de Bellefort que se encontraban en aquel momento por los alrededores del portón principal, como los soldados que patrullaban las murallas y vigilaban la entrada, dejaron de lado sus quehaceres y durante un buen rato los observaron penetrar en la fortaleza. El que atraía las miradas de todo el mundo era Reynaldo y su malogrado rostro, que bajo los rayos del sol tenía un aspecto de lo más estremecedor. Seguramente la mayoría de la gente se preguntaba qué había pasado para que un hombre acabase teniendo el rostro tan lleno de moratones y heridas.

   «Menos mal que no le vieron anoche», pensó Valiant, fijándose en los rostros estupefactos de algunos soldados que pasaron a su lado. «Le habrían confundido con un cadáver andante».

   Los guardias del castillo formaron una columna a cada lado de la carreta y emprendieron la marcha hacia la ciudadela, situada en la parte más alta de la colina. Ser Beldy, el capitán de la guardia, un hombre de mediana edad, alto, fornido, calvo, vestido con cota de malla, guantes de piel de topo, calzones dorados y una capa de color morado con el yelmo de los Doncaster bordado en la espalda, se había mostrado de lo más amable cuando Reynaldo le dijo quién era, y se ofreció a escoltarlos hasta las oficinas del comandante.

   El castillo se extendía sobre una extensa porción de tierra, rodeado por una muralla exterior de unas treinta varas de alta y ocho de ancha, y otra muralla interior un poco más grande aunque más estrecha. Allí dentro las casas eran en su mayoría de piedra, las más humildes de madera, y algunas de ellas tenían hasta varios pisos de altura. Nada comparado con las chozas exteriores al castillo, construidas con arcilla y paja, habitadas por los súbditos más humildes de Lord Gendry Doncaster, el señor de Bellefort. (...)

Fragmento del 7º capítulo (El reencuentro) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth. Puedes descargar los cuatro primeros capítulos gratis aquí:  http://cosminstarcescu.wix.com/leyendasdeerodhar#!empezar-a-leer/cogz

Fragmento del Capítulo 3 (Ganar o Morir) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth



(...) Tras echar un vistazo hacia la escalera y la trampilla para asegurarse de que no había nadie detrás de él, se deslizó, no sin esfuerzo, por la grieta. La estancia que había al otro lado no era mucho mayor que el sótano, pero lo que vio en el centro de la sala le cortó la respiración, pues nunca antes había visto algo tan macabro. Un par de cadenas de hierro, que colgaban del techo, estaban atadas a las muñecas de una mujer. Estaba desnuda y por cada centímetro de su cuerpo había moratones, hinchazones y cortes de mayor o menor profundidad. El rostro de aquella chica estaba lleno de sangre seca; su pelo estaba sucio, enmarañado y descolorido. A pesar de todo, aquello no era lo peor.
Al fijarse mejor en el suelo, vio que le habían cortado las dos piernas a la altura de las rodillas, y que las partes amputadas descansaban en un charco de sangre. A su alrededor había colocadas de manera simétrica unas cuantas velas, y se había dibujado una estrella de nueve puntas en el suelo, aunque la sangre estaba tapando una buena parte del dibujo, pues se había escurrido hasta el otro lado de la puerta.

   «Por eso estaba el suelo húmedo y resbaladizo», pensó Valiant al ver las suelas de sus botas manchadas de sangre. Parecía bastante fresca, señal de que la mujer no llevaba muchas horas muerta. Lo único que le sorprendía era cómo fue posible que nadie escuchase los gritos de la pobre fémina, mientras la torturaban y mataban. Ahí se incluía él mismo; aunque, con lo cansado que estaba la noche anterior, no le hubiera extrañado que mataran a la chica en su habitación, mientras dormía, y que él no se hubiera enterado de nada.

   Los latidos de su corazón fueron acelerándose mientras buscaba algún indicio que le revelara quién podría haber matado de un modo tan terrible a aquella pobre mujer. Una parte de él le decía que debería dar media vuelta e ir en busca de los guardias de la ciudad, pero otra se moría de curiosidad por saber algo más acerca de lo que pasó allí. La escena del crimen estaba llena de indicios: las velas, el dibujo de la estrella, los cortes, las marcas del cuerpo de la chica... Todo indicaba que aquel había sido un ritual de sacrificio; sobre todo un extraño medallón que colgaba atado a su cuello, y al que Valiant se acercó para ver más de cerca.

   «Qué extraño», se dijo tras tocarlo. El medallón era de plata, pesaba lo bastante para que nadie deseara llevarlo atado a su cuello, y tenía grabado en la superficie el símbolo de una mano esquelética rodeada por una serpiente. Aunque era la primera vez que veía algo así, su padre le había contado algunas historias referentes a las antiguas sectas religiosas que existieron por todo Thaldorim; hombres, magos y a veces elfos que se reunían en secreto para venerar al dios de la oscuridad, ofrecerle ofrendas y sacrificios humanos, o realizar rituales de magia oscura.

   Al fondo de la cámara había estanterías de madera con objetos punzantes, lijas, navajas, cadenas de hierro y muchas otras piezas con las que se podía torturar y matar a cualquier ser vivo. También había algunos libros al lado de una lámpara de aceite que iluminaba la estancia. Valiant echó un rápido vistazo a las portadas, y en todas aparecían símbolos heráldicos de mucha antigüedad, o runas; el lenguaje que empleaban los magos para designar sus conjuros y hechizos. (...)


Fragmento del 3er capítulo (Ganar o Morir) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth. Puedes descargar los cuatro primeros capítulos gratis aquí: http://cosminstarcescu.wix.com/leyendasdeerodhar#!empezar-a-leer/cogz

Fragmento del Capítulo 2 (El Torneo de Justa) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth



(...) El segundo combate lo protagonizaron dos caballeros de los señores del río Dondarrión. Nuevamente Valiant desconocía sus nombres y tampoco le sonaban sus caras de haberlas visto antes en algún torneo. La victoria se la llevó el caballero de la casa Carth, cuyo emblema era una galera con un sol en la vela.

   Los siguientes combates fueron entre competidores de poca importancia, a algunos de los cuales Valiant había enfrentado y vencido en alguna ocasión, sobre todo en torneos de poca envergadura. Ser Reginald, de la casa Thorstein, venció a otro competidor de los Escorpiones Dorados, quedando así eliminados todos los participantes de esa escuela. Ser Willem, de la casa Conwell, rompió dos lanzas en el escudo de Ser Barathor Roadhouse, aunque en el enfrentamiento decisivo perdió el equilibrio cuando la lanza de Barathor le golpeó, y cayó del caballo, quedando eliminado de manera totalmente inesperada. Los hermanos Jaime y Ronald, de la escuela de justadores Serpientes Aladas, vencieron a dos caballeros de las casas Mileroad y Valdreth; y el viejo caballero andante Halkell, del que todo el mundo decía que ya no era capaz ni de luchar contra un niño montado sobre un poni, logró vencer a Ser Audun de los Richfield, el hermano mayor de Ser Lancelor, finalista en el torneo de tiro con arco.

   —Mi combate será el siguiente, tras el de Ser Iván Lorenthal contra el idiota de Berg —dijo Erik, señalando hacía la liza de justas donde los dos jinetes ya estaban en posición de combate.
Berg era uno de los hombres de Edwin, y también una de las personas que más odiaban Erik y Valiant.

   —¿Tu rival es Ottor, de la escuela de justadores de las Calaveras de Piedra? —preguntó Valiant a su amigo. Erik asintió—. Luché contra él el año pasado, en el torneo de Prosten.

   —¿Algún consejo?

   —Golpea sin miedo y con todas tus fuerzas.

   En la liza, Ser Iván consiguió descabalgar a Berg en la primera ronda. Aunque era por lo menos dos veces más viejo que el caballero, no tenía ni la mitad de la experiencia de este, ni era tan corpulento. Entre maldiciones, Edwin mandó llamar a Erik para que se preparase a saltar a la arena. (...)



Fragmento del 2º capítulo (El torneo de justa) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth. Puedes descargar los cuatro primeros capítulos gratis, aquí: http://cosminstarcescu.wix.com/leyendasdeerodhar#!empezar-a-leer/cogz

Fragmento del Capítulo 1 (El Festival de la Cerveza) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth



"La Provincia de Silverton era famosa por sus prados verdes, montañas altas, extensos bosques y ríos y lagos de aguas cristalinas; sin embargo, no era eso lo que atraía cada año a su ciudad a miles de personas procedentes de todos los rincones del Reino Unido de Aldaeron.

   El Festival de la Cerveza, celebrado cada año a principios del otoño, era una de las mayores festividades del reino, y se extendía a lo largo de una semana llena de todo tipo de espectáculos, entre los cuales los más destacables eran indudablemente los duelos de espada, los torneos de tiros con arco, y las justas: duelos entre dos hombres montados a caballo y armados con una larga lanza de madera, que consistían en golpear al adversario para derribarlo del caballo, mientras los dos jinetes iban galopando desde extremos opuestos hasta encontrarse en medio de la liza."





Así empieza el primer capítulo de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth. Puedes leer el prólogo y los tres primeros capítulos íntegros aquí: http://cosminstarcescu.wix.com/leyendasdeerodhar#!empezar-a-leer/cogz

miércoles, 1 de octubre de 2014

Gastro-Art Almería 2014


Muy buenos días a todos/as.

Este domingo, 05 de Octubre, se celebrará en el Mercado Central de Almería el Gastro-Art, de 10:00 a 15:00 horas, un mercado dedicado a la gastronomía, el arte y la artesanía.

A los amantes de la literatura, tengo el placer de anunciaros que nos hemos juntado un grupo de 10 escritores almerienses para montar un stand, al que hemos denominado "El Rincón del Lector", donde podrán encontrar las distintas novelas editadas de cada uno de nosotros.

Así que ya sabéis, si sois de Almería y queréis pasaros por El Rincón del Lector de Gastro-Art, tendrán la oportunidad de conocer una multitud de obras, de diversos géneros, que podréis adquirir a unos precios muy económicos; y que además os llevaréis junto con la firma del autor. ¿Qué más se puede pedir?

En mi caso, junto a cada ejemplar de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth, recibirán un póster gratuito, tamaño A2 (50x70 cm), con el mapa del Mundo de Erodhar, donde se desarrolla la historia de esta saga de fantasía épica medieval.



¡Nos vemos el domingo!